domingo, 18 de marzo de 2012

EL MIEDO DEL PP

RAFAEL FERRER FOMBUENA                                         Levante, 18-03-12
 

Si tuviésemos que buscar la palabra que mejor define el signo de nuestro tiempo esa palabra sería miedo. De la emoción del miedo dan cuenta la biología, la fisiología y otras ciencias sociales. Se trata de un fenómeno natural de carácter adaptativo que sirve al hombre como mecanismo para la defensa y la supervivencia. También es una construcción cultural (J. Bourque) que evoluciona según las necesidades de dominación del sistema económico social. El miedo siempre ha acompañado al hombre como una sombra, a veces protectora y siempre controladora y esclavizadora. ¿Dónde estabas tu, interpela Dios al hombre y éste le contesta: Oí tu voz en el huerto y tuve miedo porque estaba desnudo (Génesis, 3,9).

Díos y la Religión no se entienden sin esta emoción y tampoco el Derecho Penal y la Pedagogía militar. ¡Qué magnifica palanca para controlar – gobernar el mundo! – Y los medios de comunicación cuán eficaces son en difundir y colectivizar los miedos.

Nos había repetido el Sr. Rajoy hasta la saciedad que las políticas de Zapatero jamás superarían
la crisis económica, pues, además de erróneas, carecían de credibilidad y no generaban confianza ni en los mercados ni en los ciudadanos. Muchos llegaron a creer que a lo mejor tenía razón y que el cambio de gobierno habría de traer aire nuevo, nuevos horizontes, ilusión, confianza al fin y que la economía empezaría a moverse. Todo era propaganda, engaño, mentira.

Y el miedo crece. Teme el parado perder su subsidio y el que tiene empleo tiembla ante un despido que la Reforma Laboral facilita; se angustia y desanima el joven que ve cómo  sus esfuerzos resultan inútiles y le llevan a la melancolía; viven en un sinvivir  las personas mayores por el riesgo de las pensiones; tortúrase el hipotecado al perder su vivienda mientras carga a la espalda una deuda de la que no se liberará en vida; y  así hasta el infinito nadie descansa, todo el mundo teme…

Seguro que los pensadores del PP gobernante han estudiado los mecanismos  de evasión que el individuo pone en marcha cuando está preso del miedo, encerrado en su individualismo: El autoritarismo, la destructividad y la conformidad automática (El miedo a la libertad. E. Fromm). El autoritarismo es una forma de evasión de la libertad que el individuo encuentra al abandonar su independencia para fundirse con algo o alguien exterior a él (por esta vía llegó Hitler y el nazismo); la destructividad es el modo de superar el aislamiento, de superar la soledad agrediendo a las cosas y al mundo circundantes; y la conformidad automática, que es retraimiento en forma de psicosis empequeñecedora o negadora del mundo.

A esta derecha española no le importa la deriva autoritaria (es volver donde solía). Tampoco le conmueve la clausura del individuo en su ciudadela particular. Le preocupa la alternativa destructiva. Y ya cuando la Sra. Cospedal adelantó que las políticas del PP traerían algaradas y movilizaciones callejeras pensaba en cómo atajarlas.


Lo estamos comprobando. La violencia contra los estudiantes valencianos no es algo personal de la Delegada del Gobierno. La consigna de la Central de mando era y es palo a todo lo que se mueva. Que no se rompa la barrera del miedo.

Los medios de comunicación de la derecha – cuyos rostros ya de por sí físicamente impresionan – expanden sin cesar el temor como un tóxico paralizante; los ministros, con Rajoy a la cabeza, no paran de recordarnos que el tren está a punto de descarrilar y hundirse en  el abismo; y, para no dejar resquicio alguno sin taponar, en los niveles de la vida cotidiana donde los tentáculos de las administraciones públicas llegan, politicastros y comisarios políticos del PP vigilan, detectan, denuncian y coaccionan. Basten a este respecto dos ejemplos referidos a estas nuestras arrasadas tierras de Castellón:

Un alcalde del PP, enfrentado a la oposición socialista por la convocatoria de un pleno, manda una carta-denuncia a la Dirección Territorial de Educación para que se descuenten haberes a una concejala, profesora del IES, por haberse ausentado del Instituto durante cuarenta y cinco minutos para acudir al Pleno que al final no tuvo lugar. La responsable de la Dirección Territorial, en funciones de Directora, saltándose todo el procedimiento sancionador del caso y marginando a la Inspección Educativa, da órdenes a Personal para que se le descuenten 13 euros a la profesora. Trece euros no es nada, pero significan mucho: la profesora habrá aprendido cómo se las gasta el Alcalde y cómo proceden los funcionarios cuando, fuera de todo Derecho, de órdenes de políticos peperos de campanario se trata.

Más recientemente, el PP recoge en un documento de campaña y publicita en prensa: el absentismo escolar (de los docentes, NO de los alumnos) en la CV es del 27,7% CADA MES- considerando únicamente las bajas que se alargan más de un día- .

El dato resulta alarmante para aquellos empleados que tienen algo que ver con el tema. Y entonces un funcionario celoso de sus competencias elabora un informe en que se concluye  que el absentismo de los profesores en Castellón oscila entre un 2% y un 5% mensual. Este informe se reparte a los Inspectores, pues el tema les afecta. Y no se sabe cómo (estas cosas suceden así) los datos del informe aparecen en este periódico. Al día siguiente el Secretario Autonómico y el Director General de Centros,  segunda y tercera autoridad de la Conselleria respectivamente, se presentan en el despacho del nombrado funcionario.

¿A qué van estos dos Altos Cargos de Valencia al despacho del funcionario en Castellón, si no es a meterle miedo?. Pero lo inquietante del hecho, con ser en sí gravísimo, no lo constituye la manifiesta incompetencia para afrontar este tipo de conflictos administrativos, sino la probable realidad de que estos dos Altos Cargos, al actuar así, en pareja como la Guardia Civil, están también dominados por el pánico en el que los gobernantes nos pretenden sumir a todos.

Así que concluyo: De lo que tengo miedo es de tu miedo, como escribió W. Shakespeare.

No hay comentarios:

Publicar un comentario