Y puestos a hablar de la reducción del gasto público, me gustaría comentar lo siguiente:
Hay autonomías en las que se está entregando una factura informativa del coste que ha supuesto el necesitar una asistencia médica. Me estoy refiriendo, obviamente, a la sanidad pública. Se hace con la intención de que los ciudadanos tomemos conciencia de lo que cuesta la prestación de un servicio asistencial médico, en este caso, aunque el dinero provenga de las arcas públicas, es decir, de todos los ciudadanos.
No sería una mala idea el que los altos cargos fuesen conocedores del gasto que supone un traslado a un acto oficial: el coche oficial, los guardaespaldas, la organización del evento en coordinación por parte de seguridad con los encargados del protocolo, etc., y todo esto porque el desconocimiento de una o varias partidas de gastos, hace que los altos cargos a nivel provincial, autonómico y nacional, no sean realmente conscientes de la inversión de capital público que se necesita para ese servicio oficial y que, quizá, podría ser replanteado para evitar un dispendio excesivo, todo lo cual redundaría en un ahorro en beneficio de todos los ciudadanos y en definitiva de nuestra nación.
Hay gastos que se pueden y se deberían evitar. La época de los grandes faustos ha pasado a la historia. La elegancia y solemnidad de los actos oficiales no son incompatibles con la sencillez.
Hay múltiples ejemplos en la historia moderna de personajes políticos que han demostrado su humildad en el comportamiento y sencillez en sus formas. El Primer Ministro que fue de Suecia Olof Palme fue uno de ellos. Hay que tomar conciencia.
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