AMPARO MARCO Mediterráneo, 07-11-2012
Alberto Fabra se ha hecho valenciano. Cuando era el alcalde de
Castellón hacía como que exigía a la Generalitat, aunque nunca le hacían caso,
y reclamaba inversiones que nunca llegaban. El colmo de los colmos fue lo que
ocurrió en 2009, cuando en su condición de diputado autonómico presentó una
batería de enmiendas en las Corts Valencianes para exigir más dinero para
Castellón. Su amigo Camps, el de los trajes, no le hizo ni caso y las enmiendas
se quedaron en el limbo de la política absurda. Fue la escenificación de la
nula influencia de Fabra en el ámbito de la toma de decisiones.
Ahora, cuando tenía ocasión de resarcir a su ciudad del maltrato
institucional sufrido en los últimos años por los gobiernos conservadores, lo
que ha hecho es lo mismo que hizo su antecesor: pasar de Castellón. Da igual
uno que otro, el caso es que Valencia nos trata con el mismo desprecio de
siempre. De nuevo, ha vuelto a quedar en evidencia su incapacidad para gobernar
con criterios de equidad y dar a Castellón lo que se merece pero que desde hace
tanto tiempo se le hurta.
Los presupuestos que gestionará Fabra en 2013 son los peores que ha
tenido la Comunitat Valenciana en todo el periodo democrático. Castellón
recibirá las migajas de costumbre, incluso alguna menos. Con las políticas
caóticas y sin sentido del president, seguiremos anclados en la crisis, sin
capacidad de respuesta. El seguidismo de Fabra con las decisiones de Rajoy está
castigando a la ciudadanía y lastra las posibilidades de recuperación de
Castellón y de la Comunitat Valenciana.
Es cierto que la crisis nos obliga a cambiar el chip y que los
presupuestos se han de adaptar a la realidad, pero también es cierto que Fabra
sigue dilapidando el dinero de todos con proyectos anacrónicos. Los
castellonenses somos maltratados por un PP decidido a dinamitar el Estado del
bienestar ante la mirada atónita de los ciudadanos responsables que no han
vivido por encima de sus posibilidades.
Y lo peor es
que luego tenemos que escuchar al alcalde de Castellón decir que no le gustan
nada los presupuestos. Y ya está. Bataller se conforma y calla, otorga. Le da
igual, como a Fabra.
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