AMPARO MARCO Mediterráneo, 16-05-2012
El sistema
financiero es clave para la economía, porque es en él donde se apoya la
economía productiva, la economía real, para generar riqueza, para crear empleo
y bienestar. Por eso causa una tristeza especial ver cómo la Comunitat Valenciana ha perdido en los últimos días la
estructura financiera que había contribuido en las últimas décadas al progreso
general del que hemos disfrutado hasta hace ahora, cuando que la crisis amenaza
con acabar con todo. Bancaja, la CAM y el Banco de Valencia fueron entidades
decisivas para el desarrollo económico de Castellón, Valencia y Alicante, pero
los excesos han acabado con ellas. Las inversiones de riesgo promovidas por los
responsables políticos de la Generalitat (primero Zaplana y luego Camps) fueron
el primero de los males de las cajas de ahorros y bancos valencianos. Los
metieron en negocios que solo tenían sentido en la estrategia electoralista del
PP.
Después vino
la burbuja inmobiliaria y terminó de rematarlos. El ladrillo alimentó el
negocio de las entidades financieras, les hizo ganar miles de millones de
euros, pero al estallar la burbuja el panorama que ha dejado es
lamentable. La Comunitat Valenciana ha
perdido tres de sus pilares básicos en el peor momento. En el plazo de un año,
Bancaja, CAM y Banco de Valencia han sido intervenidas o nacionalizadas. El
desgobierno de unos gestores políticos poco profesionales las ha llevado a la
ruina, con unas consecuencias para la economía que aún no podemos calibrar.
El
hundimiento de Bankia es el último capítulo de la crisis financiera. Ni Rodrigo
Rato, con todas las medallas de buen gestor, ha podido con el desastre que ha
dejado un ex presidente de la Generalitat metido a banquero. José Luis Olivas,
un licenciado en Derecho sin experiencia en el sector bancario, es el triste
protagonista del fracaso más estrepitoso. La política ha hecho un gran daño a
la economía. Los responsables de la caja creyeron que todo funcionaba con
piloto automático, pensaban que la bonanza económica duraría siempre y fueron
incapaces de pensar en el futuro. Con este contexto, el resultado no podía ser
otro que el que ha sido: el fracaso. Qué pena.
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