AMPARO MARCO Mediterráneo, 04 - 07 - 2012
El incendio que ha asolado la comarca del Alto Palancia es un gran
desastre ambiental. Las llamas se han llevado por delante parajes de gran
belleza, han destrozado el paisaje de una comarca que tiene en su medio natural
un gran potencial de futuro. El desastre al que hemos asistido en los últimos
días no solo ha sido un desastre para la naturaleza. Ha sido una catástrofe
humana. Los habitantes de Jérica, Altura, Bejís, Teresa y Sacañet han perdido
unos espacios naturales de un alto valor ecológico y, además, han perdido el
escenario en el que se desenvuelven a diario, en el que han crecido y se han desarrollado
como personas.
El panorama después del incendio es desolador. Los montes, negros y
calcinados, son la estampa de la devastación. El legado de muchas generaciones,
el patrimonio paisajístico y natural, se ha perdido. En algunos casos, la
afección ha sido tremenda y gran parte del término ha sido pasto de las llamas.
Aún no es momento de pedir responsabilidades, pero cuando los últimos rescoldos
se apaguen será cuando debamos analizar lo que ha pasado ahora en el Palancia,
lo mismo que pasó en 2009 en Soneja y en Segorbe, o el siniestro de
l’Alcalatén, en 2007. Parece que no hemos aprendido la lección.
Hoy todas las administraciones prometen ayuda. Ya veremos si finalmente
llega. Pero ese no es el principal problema. Son continuas las reflexiones que
hemos podido escuchar estos días sobre la necesidad de apagar los fuegos en
invierno. Las políticas de reforestación y las políticas preventivas no han
dado los resultados esperados. Hay que abrir un debate serio sobre la necesidad
de preparar el monte para evitar nuevas tragedias como la que acabamos de
vivir.
Hacen
falta inversiones reales para recuperar el patrimonio forestal y, al mismo
tiempo, debemos establecer nuevas pautas de gestión natural. Los expertos
apuntan la oportunidad de implantar un nuevo modelo productivo, con proyectos,
por ejemplo, de energía renovable con el aprovechamiento de la biomasa forestal
y recuperando la presencia de los grandes mantenedores del monte, que han sido
los agricultores y los ganaderos de montaña. Hay mucho por hacer. Empecemos.
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