AMPARO MARCO Mediterráneo, 16-05-2013
La ética es una virtud que acompaña a la persona
siempre. No existe una ética en 2007, cuando alguien era subsecretario de
Sanidad en la Generalitat y otra ética en 2013, cuando esa misma persona es
alcalde de Castellón. La dignidad, la honestidad y la credibilidad de un cargo
público son los mismos ahora que hace seis años. O deberían serlo.
Por eso sorprende tanto que Alfonso Bataller, al
que me estaba refiriéndome sin referirme, quiera convencernos a los
castellonenses que no se puede juzgar políticamente hoy su comportamiento
sospechoso cuando era un alto cargo de la Generalitat y fraccionó y adjudicó
contratos a dedo a la trama Gürtel (como dicen la Policía, el fisca y el juez).
Afirma que las irregularidades que pudo haber cometido entonces no tienen nada
que ver con su situación actual.
Yo no comparto esa actitud. Y seguramente el
lector de Mediterráneo tampoco. ¿Compraría usted un coche de segunda mano a una
persona que nos vendió uno hace tiempo y resulta que tenía el motor gripado y
no iba ni cara al aire? Seguramente, no.
Los socialistas de Castellón hemos pedido la
dimisión de Bataller porque no nos
fiamos, porque creemos que si ha sido un mal gestor público en la Generalitat,
puede volver a serlo en el Ayuntamiento y porque está causando un grave daño a
la imagen de la ciudad. Y eso, Castellón no se lo merece.
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