PATRICIA PUERTA Mediterráneo, 22-05-2013
El alcalde de Castellón está imputado por un presunto
delito de prevaricación, que es lo peor que puede echársele en cara a un cargo
público: haber adoptado una decisión a sabiendas de que es injusta. Bataller
declarará ante el TSJ el 6 de junio y deberá explicar por qué contrató a dedo
al Bigotes cuando era subsecretario de Sanidad. De momento solo ha dado excusas
de mal pagador.
La imputación ha sacudido la ya frágil consistencia del
equipo de gobierno. Cuando Alberto Fabra se fue a sustituir a Camps a Valencia,
designó a su amigo Alfonso como nuevo alcalde, sin ningún debate interno, y eso
dejó mucho resquemor en concejales y concejalas que tenían la ambición a flor
de piel y más años de mili en el partido que el anestesista.
Ahora, el PP es un tripartito. Está el grupo de Bataller,
que se apoya en los valores emergentes, los nuevos pero sin pedigrí. Enfrente
está la vieja guardia, los derrotados que nunca han aceptado al alcalde a dedo.
Y en la sombra, esperándolas venir, Moliner y su séquito.
Unos más preocupados, otros más contentos y el resto
preocupados y contentos por igual. Entre los más felices está el portavoz del
PP, Miguel Ángel Mulet, quien por circunstancias ajenas a su voluntad no ha
podido ser alcalde, ni vicealcalde, ni presidente del PP. No se explica mucho
su sonrisa de estos días tan aciagos. ¿O sí se explica?
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