PEDRO GÓMEZ Levante, 23-02-2013
Sé que este artículo de opinión va a contracorriente, contra el
torrente que, como un tsunami, se está llevando por delante a los políticos, a
‘todos’ los que se dedican a la política, sean buenos, malos o regulares. Es
muy tentador, en estos momentos, sumarse a la opinión generalizada del ‘todos
son iguales’, o del ‘y tú más’.
Bien es cierto que ha sido la
estrategia de ventilador que se ha usado hasta la saciedad, sobre todo por los
que más debían callar, para hacer bueno el refrán de que de noche todos los
gatos son pardos. Y lo que han conseguido, lo que entre todos hemos conseguido,
es que estemos sumidos en una negra noche donde los valores y principios
básicos del quehacer político parece que hayan sido transportados a otros
tiempos, creíamos que superados, a otros siglos incluso, echando por tierra
mucho de lo conseguido en estos años de convivencia democrática.
Me sumo, también, a quienes opinan que, a fin de cuentas, los
políticos, ‘todos’ los políticos, van a ser los pagamos morales de la crisis,
como si ellos, sólo ellos, la hubieran inspirado, generado, auspiciado y de la
que se hubieran beneficiado. Algunos lo han hecho, pero con todo, no es ni
cierta ni justa, y sirve para que se vayan de rositas otros segmentos sociales,
banqueros, constructores, empresarios…, para que no aparezcan en la negra
imagen colectiva que ya se nos ha instalado. Crisis y corrupción: el binomio
perfecto para abocarnos al abismo.
Las imágenes colectivas no se crean solas, y ahí están las cadenas
televisivas para ayudar en el proceso. Con la apariencia de debates abiertos y
democráticos ―guiadas, cómo no, por un afán de superación de cuotas de
audiencia en estos duros tiempos de crisis― están haciendo espectáculo de la
política y los políticos, ‘todos’ los políticos han sustituido a los famosos de
la farándula como protagonistas de los rifirrafes ante las cámaras, lo que
contribuye, quiero pensar que aún sin pretenderlo, a su banalización y su
degradación. Aunque todos sabemos quiénes están, detrás de las tramoyas,
manejando los hilos, quiénes son los amos. El debate público, absolutamente
necesario, debe tratarse con rigor, evitando demagogias y maniqueísmos.
Estas líneas, por el contrario, quieren reivindicar con hechos
concretos que no todos son iguales, y no hace falta para evidenciarlo ninguna
plataforma televisiva ni aparato de propaganda subvencionado. En nuestra
ciudad, Castellón, a pesar de los pesares, los ciudadanos saben o deben saber
que los grupos políticos de la oposición municipal están haciendo una labor callada, pero
encomiable; una labor que resulta ninguneada por los grandes titulares diarios
de la corrupción y las trágicas consecuencias de la crisis. Y de los tres, le
cabe al mayoritario socialista, mermado por circunstancias internas y externas,
una merecida felicitación.
En estos días de balance de un año de trabajo en la oposición hemos de
constatar que los concejales del grupo socialista, con Amparo Marco de
portavoz, han dado suficientes muestras de otra manera de hacer política,
basada en principios que conectan plenamente con lo demandado por la
ciudadanía: compromiso, seriedad, humildad y transparencia.
Compromiso con la gente de Castellón y con el proyecto político con el que
se presentó a las elecciones, centrado en las preocupaciones de la gente, el
empleo, la educación, la sanidad, el bienestar social, el urbanismo, la presión
fiscal. Un compromiso que se ha plasmado, pese al escaso número de componentes,
en más de mil actuaciones que han desplegado por toda la ciudad y ha supuesto
la relación directa con una parte muy importante de la sociedad, a través de
sus organizaciones, vecinales, sociales, profesionales, económicas, educativas,
medioambientales… En este mes, precisamente, se han volcado en el distrito
oeste, y como vecino de este barrio lo he comprobado por mí mismo, sin
intermediarios.
Seriedad, para afrontar los graves problemas financieros, legales y de
gestión que sufre el municipio desde hace años, con nuevas propuestas, para
denunciar las malas prácticas y las decisiones incorrectas, y demandar la
satisfacción urgente de la abultada deuda que mantienen con la ciudad la
Generalitat Valenciana. Casi todas han sido rechazadas, no por falta de rigor,
sino por el desdén con que las recoge la mayoría que sostiene el gobierno
local.
Humildad, para entender las inquietudes de la gente en plano de
igualdad y cercanía, sin falsos boatos ni actitudes de prepotencia que tanto
daño hacen a la política, siendo creíbles, pero manteniendo la capacidad de
liderazgo imprescindible para dirigir los asuntos públicos. Sobre todo en los
temas de gran calado: el paro de nuestros jóvenes, las inversiones prometidas
que no llegan, el irredento Tram, el plan de ordenación urbana…
Transparencia, escrupuloso respeto a la legalidad, pieza clave para
erradicar la lacra de la corrupción extendida como un cáncer. Encomiable ha
sido el ejemplo dado últimamente al hacer pública la declaración de ingresos y
bienes patrimoniales de la portavoz, para acallar las interesadas insidias que
habían surgido, nada menos, desde el partido que hace del hermetismo y la
negación la única respuesta a las perversas prácticas de enriquecimiento
ilícito.
En este estado generalizado de desafección a la política,
cuando los políticos se están convirtiendo en posters de tiro al blanco para
descargar la justificada indignación, no podemos caer en el error de meter a
todos en el mismo saco. Estaríamos cayendo en la trampa de los que se
jactaron de llegar a la política para hacer dinero. Todos, por
fortuna, no son iguales.